Vivir sin estomago (parte 1)
Hay cosas que ocurren en nuestro cuerpo que, aunque deberían ser importantes pasan desapercibidas como la respiración (deberíamos ser más conscientes de ello y no olvidarlo), y hay otras que quisiéramos pasarán desapercibidas, pero no ocurre así. En mi caso desde que me hicieron la gastrectomía [1] no pasa un solo día en el que no recuerde que ya no tengo estómago, desde que mi médico me explicó que mi estómago debía irse para acabar con el cáncer ya mi vida empezaba a cambiar. Cuando me dieron la noticia fue un momento difícil, es contradictorio que algo que te puede salvar la vida sea al mismo tiempo algo que genere tanto miedo, angustia y hasta tristeza. La idea de vivir sin estómago era algo que me parecía drástico, pese a lo que me decían los médicos, lo que yo investigaba y leía, que sí se puede vivir sin ese órgano porque no es vital [2]. El miedo a los cambios en la forma de comer, en la relación con la comida, en el vivir el día a día y hasta los cambios en el contexto psicoso